Sigilosa subía las escaleras, en la quietud, el frío día entró por la ventana para envolverte y acurrucarse en tu cuerpo.
Yo casi tocandon tu mejilla blanca, tibia, quieta, ...
en silencio tus pálidas mejillas se llenaban de vida, tus delgados labios, sonrosados, entre abiertos al placer del sueño exalaban el peso que llevas a diario, disipandose al sonido de tus suaves y acompasados ronquidos, tus dilatados parpados divisaban tal vez alguna otra frontera, siempre mas allá, en armonia con el mar, las gaviotas...
Dedicado a mi sensibilidad, pues los momentos siempre son eternos estando a tu lado.